Cuando hablamos del agua de mar, se despliega ante nosotros todo un catálogo de utilidades.
- Como complemento dietario.
- Para el riego de cultivos.
- Utilidad terapéutica.
- como elemento base de nuestra cocina.
Incorporar el agua de mar a la elaboración gastronómica no es simplemente salar; al hacerlo sumamos a nuestro plato una gran cantidad de minerales, que realizan numerosas funciones en nuestro organismo, siendo la primera de ellas el aporte de nuevas percepciones a nuestro paladar. Dicho aporte de minerales contribuye a mitigar la sensación de hambre, lo que la convierte en un gran aliado en dietas para control de peso.
Las verduras saben distinto si las sazonamos con agua de mar, en el caso de una ensalada cruda; utilizando el agua de mar “hipertónica” (pura) con un rociador como salero. Esta es una excelente “sal líquida” que cualquiera puede tener en su mesa para reemplazar el tradicional salero de cloruro sódico.
Podemos también preparar nuestras verduras hervidas con agua de mar o al vapor, las legumbres y las sopas. Pero las aplicaciones gastronómicas del agua de mar no acaban allí. Podemos preparar pan, pizzas, cocinar carnes y verduras al horno, hacer pastas, etc. No hay límite a la hora de experimentar. La cocina es, principalmente, creatividad.
Cabe destacar que no todos los alimentos reaccionan igual. Los hidratos de carbono por ejemplo, absorben mucho más el sabor salado que las legumbres y no será lo mismo a la hora de elaborar una masa que preparar una sopa.
Tendremos que prestar atención a la dosificación. ¿Cómo hacemos esto? Simplemente diluyendo el agua de mar con agua dulce. Las proporciones son:
- Para el marisco: 100% agua de mar.
- Para ensaladas: 100% agua de mar (pulverizada).
- Para el pescado: 35% agua de mar, 65% agua dulce.
- Para las verduras y legumbres: 30% agua de mar, 70% agua dulce.
- Para las patatas: 65% agua de mar, 35% agua dulce
- Para la carne y la pasta: 25% agua de mar, 75% agua dulce.
- Para sopas: 2 partes de agua de mar cada 5 de agua dulce.
- Para masa de pan: 300 cm3 de agua de mar pura sin diluir por kilo de harina.
Más allá de los beneficios aportados por el plasma marino, obtendremos con uso culinario un sinfín de nuevos sabores que darán un toque renovador y distintivo a nuestras recetas de siempre.
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